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Tras la frondosa vegetación de la plaza du Préau aparece una barcaza solitaria. En sus alrededores se encuentran varios restaurantes.

¿Pero qué diablos hace esta embarcación amarrada de forma incongruente en el inmenso estanque de la prefectura, a pocos metros del centro de la ciudad? Además, habría que preguntarse a través de qué ojo de aguja pudo pasar este insólito barco hasta aquí.

Sin embargo, la respuesta es sencilla: esta barcaza con un blanco inmaculado llegó… por carretera. Hace unos 30 años, un convoy especial recorrió la nacional 19 desde el puerto de Nogent-sur-Seine para desembarcar su valiosa carga.

Un evento tan extraordinario como espectacular porque el estanque de la prefectura no había recibido ni un solo barco desde principios de la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, el transporte en camión de la embarcación resume de forma simbólica la historia de un canal marcado por un destino funesto. No obstante, todo empezó bajo los auspicios imperiales de Napoleón I, tras su visita a Troyes en 1805. Para responder al deseo de la municipalidad de disponer de un canal navegable, el emperador decretó «que en un máximo de seis años, los carros y las embarcaciones podrían remontar el Sena desde París hasta Bar-sur-Seine», poblaciones situadas río abajo y río arriba, respectivamente.

El primer tramo del canal de la Haute Seine, entre Troyes y Marcilly-sur-Seine en el Marne, río abajo, se abrió a la navegación en 1846, un cuarto de siglo después de la muerte de su augusto promotor. Sin duda, Napoleón Bonaparte fue demasiado optimista.

El segundo tramo, que debía unir Troyes y Châtillon-sur-Seine en Côte d’Or, río arriba, solo llegó hasta Bar-sur-Seine. Además, ningún barco logró navegar nunca por él porque se comprobó que el canal estaba repleto de agujeros por los que desaparecía el agua nada más llenarlo. Veinte años de esfuerzos en vano que enterraron definitivamente el sueño de lograr un enlace con el canal de Bourgogne.

Esta parte del canal de la Haute Seine se ganó el apodo compasivo de «canal sin agua». Aún hoy en día hay multitud de vestigios en su trazado.
Por tanto, Troyes se convirtió, para siempre, en un final de trayecto para el tráfico fluvial. Aún así, las barcazas transportaban mercancías entre la capital y Troyes dos veces por semana.

En 1940, llegó el último barco para descargar su cargamento de azúcar en el antiguo puerto de Troyes. Ahora se ha convertido en el estanque de la prefectura, muy apreciado por los pescadores y donde se encuentra nuestra barcaza huérfana. En cuanto al canal, al quedarse sin utilidad, fue enterrado a principios de los años 1960.

Fue cubierto por grandes avenidas, aunque el agua sigue circulando por las tuberías que hay enterradas bajo la calzada. Sin embargo, un pequeño tramo del canal que atravesaba Troyes sobrevivió a las amenazas del asfalto y del hormigón y ha terminado convirtiéndose en una zona de ocio para los habitantes de la ciudad y los visitantes.

Este tramo del canal marca la frontera entre la cabeza y el cuerpo del  «Bouchon de champagne»aunque su vocación es, más bien, la de un hilo que cose las dos partes del casco antiguo: el barrio alto y el barrio bajo.

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