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Aunque la catedral Saint-Pierre-et-Saint-Paul de Troyes tiene la fama de contar con uno de los conjuntos de vidrieras más bonitos de Francia, con 1500 m² de vidrieras (el equivalente a dos campos de balonmano), también tiene otra joya: su tesoro.
Probablemente fue el obispo Lupo de Troyes quien mandó construir en este mismo lugar una primera catedral en el siglo V, en la esquina sudeste del castrum (ciudad fortificada).
Sin embargo, quedó casi totalmente destruida en 890 cuando los normandos incendiaron Troyes.
A finales del siglo X, tras un largo periodo de disturbios, Milo, el 44.º obispo de Troyes, mandó rehabilitar el edificio en estilo románico.
Pero en 1188, un nuevo incendio asoló gran parte de la ciudad y esta segunda catedral (situada en el lugar de la actual) quedó gravemente dañada.
Una era de fervor cristiano y de innovaciones técnicas impulsó al arte gótico o arte ojival en Francia en el siglo XII: a partir de 1198, el obispo Garnier Trainel y, más tarde, el obispo Hervé (representados en una vidriera del coro del siglo XII) decidieron construir una de las catedrales más grandes y más bonitas de Francia, empezando por las capillas de la cabecera, donde se encontraban las antiguas murallas galorromanas.
El transepto fue construido en 1260 y los primeros tramos de la nave a partir de 1310, pero la Guerra de los Cien Años (1337-1453) interrumpió las obras.
En el siglo XVI, se construyeron los últimos tramos donde se encontraba la antigua catedral.
La fachada oeste, una obra maestra de Martin Chambiges, ilustre arquitecto parisino, se acabó en 1554 con la base de la torre Saint-Pierre (que no se terminó hasta 1634).
Durante su construcción se añadieron cuatro pequeñas logias junto al edificio para el uso de los obreros y talladores de piedra.
En el siglo XIX se sustituyeron por puestos en los que se vendía pan.
Sin embargo, la torre Saint-Paul nunca llegó a construirse debido a una crisis de fe y a la falta de financiación.
La catedral, cuya obra duró más de 400 años, ilustra las etapas de los estilos góticos, pero el conjunto es muy homogéneo y admirable tanto en el exterior como en el interior.
Con una longitud de 114 m y una altura de 28,5 m, es una de las más famosas de Francia por su elegancia, la calidad de sus esculturas, de sus obras pintadas, de sus tapices y especialmente, por sus vidrieras declaradas monumentos históricos (1500 m²).
En el coro, las vidrieras del siglo XIII representan a María, San Juan, episodios de la Biblia y personajes de la Edad Media. las de la nave, permiten observar el Árbol de Jesé (± 1500). y en el lateral norte de la nave, el Cristo en el lagar (1625) de Linard Gonthier, famoso pintor-vidriero de Troyes (1565-1642).
Las sillas del color, de madera tallada (siglo XVII) proceden de la abadía de Claraval, al igual que el famoso y enorme órgano (siglo XVIII).
Aunque la catedral Saint-Pierre-et-Saint-Paul de Troyes tiene la fama de contar con uno de los conjuntos de vidrieras más bonitos de Francia, con 1500 m² de vidrieras (el equivalente a dos campos de balonmano), también tiene otra joya: su tesoro.
Según los especialistas, se trata de uno de los tres o cuatro tesoros más importantes del país.
Entre otras maravillas, el tesoro cuenta con un cofre bizantino de marfil púrpura que data del siglo XI,
un objeto que formaba parte del botín traído de Constantinopla por los cruzados en 1204.
Además de una magnífica colección de esmaltes medievales, el tesoro contiene otra joya: el relicario de San Bernardo con las reliquias
(cráneo y fémur) del padre espiritual de los templarios.
Los peregrinos de toda Europa vienen a esta catedral para rezar ante los restos del fundador de la abadía de Claraval.
Con igual delicadeza se conservan el cáliz, la patena, la cruz y el anillo pastoral del obispo fundador de la catedral, monseñor Hervé.
En 2014, el tesoro de la catedral estrenó una nueva sala después de dos años de obras.
Ahora, más accesible y mejor presentado que antes, se encuentra en una cámara baja abovedada situada a la derecha del coro.
Junto con los otros 260 que componen la colección, los 160 objetos sacros que allí se exponen relatan la agitada historia del tesoro
que se constituyó tras el saqueo de las iglesias y los palacios de la actual Estambul durante la cuarta cruzada.
La Revolución francesa lo maltrató bastante en su momento y los revolucionarios sacaron de allí unos 800 kilos de oro.
En el siglo XIX, el tesoro se reconstituyó gracias a numerosas donaciones y al mobiliario litúrgico que se descubrió en las tumbas exhumadas durante excavaciones arqueológicas realizadas en el edificio.
Los sucesivos avatares del tesoro reflejan en realidad la odisea experimentada por una catedral construida y reconstruida en varias ocasiones, interrumpida y retomada, dañada y reparada.
Su construcción se alargó durante varios siglos y en realidad nunca fue terminada, tal y como se puede constatar al visitar el monumento: le falta una de las torres.
La torre Saint-Paul (o torre sur) nunca se terminó por falta de fondos.
Por eso, la catedral que podemos contemplar hoy día es una catedral tuerta o manca (no sabemos muy bien qué apelativo ponerle), pero esta deficiencia le confiere al mismo tiempo su encanto y su singularidad.
Las incesantes campañas de restauración han permitido a esta gran nave de piedra sobrevivir a lo largo de los siglos.
Recientemente se han concluido las obras que han devuelto a la fachada occidental todo su esplendor.
Es innegable que la catedral Saint-Pierre-et-Saint-Paul es una obra maestra del arte gótico.
Aunque la catedral Saint-Pierre-et-Saint-Paul de Troyes tiene la fama de contar con uno de los conjuntos de vidrieras más bonitos de Francia, con 1500 m² de vidrieras (el equivalente a dos campos de balonmano), también tiene otra joya: su tesoro.
Según los especialistas, se trata de uno de los tres o cuatro tesoros más importantes del país.
En 1420 y en esta catedral, se juró el «Vergonzoso Tratado de Troyes» con el que se entregaba la corona de Francia a Enrique V de Inglaterra.
Aquí mismo, el 10 de julio de 1429, Juana de Arco obtuvo la lealtad de la ciudad hacia el joven Carlos VII al «expulsar a los ingleses de Francia», un hecho que se conmemora con una placa en la parte baja de la torre.
Desde esta misma torre levantó el vuelo en 1536 Denis Bolori, un relojero de Troyes de origen italiano que construyó unas alas articuladas con las que se mantuvo en el aire durante varios minutos antes de estrellarse a un kilómetro el este, en Saint-Parres-aux-Tertres.
¡Un desconocido pionero de la aeronáutica!
Informaciónes adicionales:
Las visitas son posibles todos los días en verano, de 14.00 a 18.00 horas: basta con preguntar al recepcionista o a los miembros del equipo de voluntarios formados para realizar estas visitas, que pueden identificarse por sus distintivos.
Las visitas también pueden solicitarse: basta con concertar una cita por teléfono llamando al 06 86 80 23 57 o dirigiéndose a la recepcionista.
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